Capítulo



Capítulo I
27 DICIEMBRE 2006

– ¡Alto, al suelo! ¡ La guardia civil! ¡Estás detenido! ¡No te muevas si no quieres que te meta un tiro en el culo! ¡Estate quieto, que si estuvieras en tu puto país ya estarías muerto!
Un día más de incertidumbre, ya lo decía mi buen amigo Pablo Uztariz, capitán de navío de la armada venezolana cuando en su época en la infantería de marina patrullaba la frontera colombo – venezolana: “la guerrilla colombiana no solo mata con las balas, nos mata también con los ataques psicológicos de incertidumbre,  de no saber cuándo y a qué hora atacarán y, créeme, no hay nada peor que la incertidumbre para morir”.
Así y allí estaba Arturo, con la incertidumbre sobre él que lo llevó a tomar su coche y desplazarse setenta kilómetros  desde Torredembarra  hasta Barcelona con el fin de aclarar e investigar más a fondo la noticia recibida el 23 de diciembre de boca de su amigo,    ¿al que él llamaba cariñosamente Partner.
En el transcurso del trayecto, a eso de las nueve y media, recibió la llamada de Maribel, agente de aduanas con quien gestionaba todas las importaciones de fruta fresca y congelados que realizaba a través de la empresa GF desde Sudamérica a España,  llamada algo extraña ya que llamaba para interesarse por su bienestar, lo que hacía entender a Arturo que el alcance de la noticia era grande, pues Maribel, mujer ocupada donde las haya, nunca le habría llamado para preguntarle tal cosa.
Llegó a Barcelona, se dirigió a Mercabarna, hizo alguna consulta en Caixa Catalunya en relación a la hipoteca que debía firmar para la adquisición de la casa que habitaba en alquiler con opción a compra, de allí pasó por los almacenes de congelados y se puso en contacto con Meritxell, la gerente. 
 – Hola Meritxell, buenos días, soy Arturo, ¿cómo estás?
    – Hola Arturo después de lo del viernes con tu empresa
estoy mejor.
   – ¿Y qué paso el viernes con la empresa?– preguntó Arturo extrañado.
– Si no lo sabes tú, que eres el dueño, no puedo decirte nada.
     – Meritxell, la empresa ya no es mía – dijo Arturo mostrando cierta impaciencia, pues estaba repitiendo una obviedad– Recuerda que la vendí y son los nuevos dueños los que están operando con ella.
 – Bueno Arturo, entonces no sé... Solo dime cuándo puedes pasar por aquí y terminar de cancelar las facturas pendientes, y si traes efectivo mejor.
Para  Arturo esta manera tan descarada y miserable de cobro le generó mayor duda, y la afirmación de Meritxell en cuanto al problema que tuvo el viernes con la empresa le terminó de corroborar lo peor. Era la empresa que él había vendido la que estaba envuelta en el suceso.
 Para tener mayor certeza se dirigió hasta Barcelona ciudad, calle Paral·lel, donde se encontraban las oficinas del agente de aduanas con quien inició las operaciones de importación tres años atrás. 
Fue recibido muy amablemente como siempre por Xavi  Agudelo, agente responsable de las transacciones de Arturo, con el cual estaba gestionando la llegada de veinte toneladas de pulpa de frutas desde Cartagena de Indias.
– Hola Xavi, ¿qué tal?, ¿cómo estás?, ¿cómo va todo?
– Hola Arturo, encantado de verte. ¿En qué puedo ayudarte?
  – Xavi, varias cosas, lo primero es: ¿cómo tenemos la llegada del container de Cartagena?
– Justamente me acaban de  informar de su llegada, ya lo tenemos en el muelle de la naviera.
–¡Vale! muy bien, ya tienes toda la documentación que te entregué de ese container, dime, ¿cuándo podemos recibirlo?
– No sé si  se podrá en lo que queda de semana..., quizás sea ya para el año que viene –dijo con un guiño y una sonrisa, pues solo faltaba una semana para acabar el año.
– No, en serio. Recuerda, Arturo, que debemos pasar la inspección sanitaria y tenemos allí el conflicto con la fruta del borojó, (1) que ahora el departamento de sanidad la ha calificado como fruta medicinal y necesitamos un certificado especial de sanidad para poder nacionalizarlo, de lo contrario debemos destruirlo, a menos que consigamos el permiso.


(1)“El borojó es una fruta típica del norte de Sudamérica que históricamente tiene propiedades afrodisíacas y energizantes. Se trata de un fruto con alto  valor en aminoácidos que es utilizado muy a menudo en preparaciones vigorizantes.

– Bueno, Xavi, son 200Kg, no retrases la carga por eso, autoriza la destrucción de esa fruta de ser necesario.
–Muy bien, siendo así mañana mismo te contesto.
– Ok, lo otro que quiero comentarte es lo siguiente...
– Dime.
– ¿Cómo estás con los nuevos dueños de Tropical?
– No he sabido nada de ellos. Ya han arreglado todos los papeles y se les despacharon tres containers. El cuarto lo tienen en el puerto, pero todavía no han pagado los gastos, ni se han puesto en contacto conmigo. ¿Pasa algo, Arturo?, te noto preocupado.
– Y lo estoy... ¿has visto las noticias, Xavi? ¿Sabes si hubo problemas de drogas en  esas cargas?
–¡No! –exclamó con cara de sorpresa– ¿Qué pasó Arturo?  ¡Que yo sepa  no! Los tres containers  fueron revisados en presencia de  uno de los nuevos dueños, y se le despachó el tercero el pasado 13 de diciembre.
–Bueno Xavi, –Arturo miró a su amigo con gesto serio– el viernes veintidós salió en las noticias del  canal autonómico de Cataluña y en Antena 3 a nivel nacional, la detención en Mercabarna de unos venezolanos con una tonelada de droga que estaba oculta en el doble fondo de las cajas donde traían la mercancía.
–¿Cómo puede ser eso Arturo? ¿Estás seguro? –preguntó con auténtica preocupación en el rostro.
 –Hombre Xavi, aún no he visto la noticia, esto me lo comentó mi socio el sábado 23 en una reunión que tuvimos de trabajo y no he recibido ninguna citación o mensaje policial de ningún tipo, por lo tanto no estoy seguro de que sean ellos, pero son muchas coincidencias.
–Pero tú no tienes nada que ver con ellos ni con esas importaciones – exclamó Xavi entendiendo la gravedad del asunto y las implicaciones que esto podía acarrear a su amigo–. Además, recuerdo que hace más de un mes, exactamente el 15 de noviembre, enviamos una carta a la policía de aduanas donde explicábamos que habías vendido la empresa, por lo que tú no te podías hacer responsable de esas importaciones. En todo caso fueron los nuevos dueños quienes importaron sin tu consentimiento. Y yo tengo copia de esa carta,  mira.
 Xavi, mientras hablaba, abrió el expediente que tenía frente a él y mostró la carta a Arturo.
–Mira, aquí está. Fíjate tiene fecha de recibida y sellada por la policía de aduanas el 15 de noviembre, como te dije antes. Y aquí no nos ha llegado ningún tipo de información.
–Dame copia de esta carta por favor–  solicitó Arturo.
–Sí claro, –le respondió Xavi– También te daré las facturas y documentos de las cuatro importaciones para que las tengas. Cualquier problema que pueda surgir, no te preocupes, cuentas con nosotros. Sabemos que no tienes nada que ver con ellos.
–Sí, Xavi gracias, sé que puedo contar con ustedes y sé que no tengo nada que ver con esa gente –respondió Arturo sabiendo que el ofrecimiento de Xavi era real y de todo corazón–. El problema está en que aún ante el registro principal de España soy el administrador único y por lo tanto responsable de todas las actividades de la empresa. Además, la venta no se ha consumado, solo se recibió el 25%, pero la firma se tuvo que posponer.
–Bueno, tenemos la carta – trató de tranquilizarle su amigo– y tú allí lo dices claro: te exime de toda responsabilidad. Y fue recibida, te repito, el 15 de noviembre. Y tampoco hubo problemas en el despacho y recepción de esos containers, lo revisaron tanto la policía como sanidad.
–Bueno Xavi,  buen amigo, será lo que Dios quiera que sea. Déjame investigar mejor y te informo de cualquier cosa, ¿te parece?
– Como tú veas, Arturo. De todas formas, estaré pendiente de cualquier noticia que pueda surgir.
–¡Ok!  Y si llegasen a parecer estos señores, no les despaches el cuarto container hasta que no te paguen. No quiero tener más compromisos económicos con ustedes por las irresponsabilidad de los demás, no quiero que pase lo mismo que con G. F.
–Así será,  como tú digas.
–Hasta luego, Xavi, cuídate– se despidió Arturo con un apretón de manos de sincero agradecimiento.
–Hasta luego, Arturo– le respondió Xavi con una palmada en la espalda – Ven, te acompaño a la salida.
–¡Vale!… Adéu
 Eran sobre las 12:45 cuando Arturo salió de las oficinas del agente de aduanas, algo más tranquilo por el apoyo recibido y por el hecho de que ellos como principales gestores de los containers no supieran nada en concreto de la noticia que lo tenía en vilo desde el 23 de diciembre. Sin embargo, la conversación con Meritxell no le dejaba duda de que sí, de que era la empresa que había vendido  la principal protagonista de la noticia que revolucionó al principal punto de distribución de alimentos de Cataluña, ubicada en Barcelona,   Mercabarna.
Mercabarna es un mundo, una ciudad comercial creada dentro de Barcelona, formada por más de novecientas cincuenta empresas y entre esas novecientas cincuenta empresas estaba  la idea, estaba el sueño, estaba el proyecto, estaba Tropical  SL., la empresa  que Arturo había creado como resultado de su proyecto inicial al emigrar a España. Esta era la empresa ahora en conflicto.
 Al salir del agente de aduanas, tomó la Ronda del Litoral vía aeropuerto y la nacional vía Castelldefels  para luego entrar en la autopista A–2 y tomar destino a Tarragona, tal y como hacía todos los días.
Su itinerario era sencillo. Llegaba a su casa, comía en compañía de su pareja y seguía rumbo a Reus, a la oficina  de su nueva empresa, la cual había registrado el 19 de diciembre de 2006, en sociedad con su principal distribuidor de maquinaria, el Partner, y el padre de este, The Boss.
Faltaban unos treinta kilómetros para llegar a casa, cuando precisamente recibió una llamada de su socio y amigo.
–¡Digui’m!
–Hola, Partner, ¿cómo estás? ¿Alguna noticia?
–¡No, Partner! Fui a Mercabarna a ver al agente de aduanas y nada. Solo me comentaron en los almacenes de congelado que allí hubo problemas con la empresa, añadiendo mucho misterio y a mí personalmente mucha mala leche,  pero nada más.
–Bueno, tranquilo, seguro no es tu empresa. De todas formas, en caso de que sea la empresa, tampoco te afecta, a fin de cuentas ya la habías vendido.
–Partner, mi preocupación es que al margen de que no tenga nada que ver con ellos, la venta no está registrada ante el Registro Principal y aún soy el administrador único de Tropical– dijo Arturo con gran preocupación en su voz.
– Pero eso debe de tener solución –espetó su Partner.
– Espero, Partner. ¿Dónde estás?
– En la oficina.
– Ok, voy camino a casa. Comeré y luego nos vemos en la oficina. ¿Te parece?
– Vale. Te espero y hablamos aquí.
 A medida que pasaban los minutos de ese día el corazón de Arturo se iba acelerando sin remedio. Era ya imposible frenar la estampida de desasosiego que le venía trastornando desde aquel aciago 23 de diciembre en el que la incertidumbre hizo mella en su vida. 
Había intentado hablar con Valentina sin éxito, parecía que solo su voz podría calmarle. Finalmente, sobre las dos de la tarde de ese 27 de diciembre de 2006, Arturo logró hablar con su pareja y quedaron en verse a la hora de la comida.
Y con esa idea en la cabeza siguió conduciendo los escasos kilómetros que le faltaban hasta llegar a su casa, ubicada en el casco antiguo del pueblo de Torredembarra. Aparcó su coche, un Hyundai Hatos del año 2002, en una calle contigua a la casa, allí donde siempre aparcaba ese coche que había sido su compañero de batalla, un coche que no tenía tamaño para el recorrido y pesares sufridos por media España con Arturo, pero que fue su primer coche en ese país y solo por ese motivo para Arturo tenía un valor muy especial.
Dejando la documentación recibida de Xavi Agudelo dentro del coche con la intención de entregarla al contable de la empresa, se bajó y caminó la media pendiente de la calle Nord que le llevaba hasta la puerta de la casa, una casa con rellano y dos niveles en donde el acceso principal estaba al borde de la acera peatonal. Entró en la casa, cogiendo antes toda la correspondencia del buzón de correo y, una vez cerró la puerta, se percató de que una de las cartas no le correspondía a ellos, por lo que abrió nuevamente la puerta con la intención de devolver la carta al buzón. Y fue entonces cuando se encontró de cara en su puerta con un hombre de aspecto casi indigente que le sorprendió al abalanzarse sobre él.
–¡Alto, al suelo!
Sin ni siquiera identificarse al verse sorprendido por la inesperada apertura de la puerta por parte de Arturo, se lanzó sobre él acompañado de dos hombretones más logrando tirarlo al suelo ante la más absoluta estupefacción de Arturo,  que no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Aturdimiento, miedo, incomprensión, el desasosiego de no saber qué está sucediendo pero con la suficiente lucidez como para saber que debía hacer lo que esos hombres le ordenaban, pues su vida y la de Valentina peligraban.
– ¡Alto, al suelo! ¡ La guardia civil! ¡Estás detenido! ¡No te muevas si no quieres que te meta un tiro en el culo! ¡Estate quieto, que si estuvieras en tu puto país ya estarías muerto!
Palabras huecas que resonaban en su cabeza, incapaz como era de entender lo que estaba sucediendo y el porqué de tanta brutalidad.
–¡Eh! ¿Pero qué pasa hombre?, ¿están locos? no ven que estoy en el piso y no puedo moverme – logró articular por fin al verse aprisionado por tres cuerpos de forma brutal.
Después de un breve forcejeo, y una gran dificultad para ponerle las esposas desde el suelo, debido a la complexión de Arturo, 1,85 metros de estatura y 115 kilos, finalmente lograron ponerle las esposas entre los tres hombres.
 Una vez lograron esposarlo, lo incorporaron y, al sacarlo de la casa, fue cuando realmente el alma se le cayó a los pies a Arturo y sintió que el mundo caía a trozos sobre él. Delante de él ella, su amor, su amiga, su compañera y socia, Valentina, esposada y rodeada por varios funcionarios de la policía con las manos apoyadas sobre el arma de reglamento. También la habían detenido. ¿Por qué? Se preguntaba él con rabia y una tristeza infinita. Y no pudo más que mirarla a los ojos  y decirle: “Tranquila, mi amor, esto tiene que ser un error”.
Quizás el primer error de una cadena de errores judiciales.
 De allí, y sin nada que envidiar a las series policiales de televisión, los llevaron escoltados por más de cinco coches en coches separados hasta el cuartel de la Guardia Civil de Torredembarra.
Ese  fue el final del principio de toda esta historia.


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